Por el Dr. Wayne Dyer
El mundo en el que vives es un sistema inteligente, en el que cada parte se mueve de manera coordinada con todas las demás partículas en movimiento. Hay una fuerza universal que apoya y orquesta todo. Todo funciona de manera conjunta en perfecta armonía. Tú eres una de esas partículas en movimiento. Viniste en el cuerpo que habitas en el momento exacto. Tu cuerpo se irá de aquí con la misma precisión. Eres una pieza esencial de este complejo sistema. Y aquí estás, en este sistema inteligente que no tiene principio ni fin, en el que cada galaxia se mueve en armonía con todas las demás. ¡Debe existir una razón para que hayas aparecido!
Khalil Gibrán dijo, «Al nacer, ya llevas tu trabajo en tu corazón». Así pues, ¿cuál es tu trabajo? ¿Cuál es tu propósito? ¿Lo estás viviendo de la manera en que tu corazón te insta a que lo hagas?
Escuchar a Tu Corazón. Tómate un momento ahora mismo y apunta con tu dedo hacia ti. Tu dedo está apuntando directamente hacia tu corazón. No a tu cerebro, sino a tu corazón. Esto es lo que tú eres. El constante latido de tu corazón, hacia adentro y hacia afuera, hacia afuera y hacia adentro, es un símbolo de tu conexión infinita con el latido omnipresente de Dios, la Inteligencia Universal.
Tu cerebro izquierdo calcula, soluciona cosas, analiza y te conduce a tomar las elecciones más lógicas para ti. ¡Él piensa, piensa y piensa!
Tu cerebro derecho representa tu lado intuitivo. Es la parte de ti que va más allá de la razón y del análisis. Es esa parte de ti que siente cosas, que es sensible al amor, la que se emociona con lo que es importante para ti. Tu cerebro derecho es el que nos permite emocionarnos hasta las lágrimas cuando tomas a tus hijos en brazos, o el que se baña en la belleza de un día glorioso.
Tu cerebro izquierdo puede analizarlo, mientras que tu cerebro derecho te permite sentirlo.
Elige una situación y pregúntate qué es más importante para ti, si lo que sabes o lo que sientes. Por lo general, dependerá de la situación y de las circunstancias en las que estés decidir de qué te ocuparás primero.
Tu inteligencia puede resolver exactamente cómo debes proceder cuando las cosas estén colapsando en una relación, o cuando tengas un impulso súbito, pero también hay otras veces en las que lo que sientes se impone a lo que sabes: cuando estás asustado o tienes miedo o te sientes solo; pero, por otra parte, si te sientes conmovido, enamorado y extasiado, esas serán las fuerzas que dominen el modo en el que actuarás.
A veces está bien usar tu cerebro derecho. Tu cerebro derecho siempre te guiará apasionadamente hacia tu propósito.
Escuchar a tu cerebro derecho. Hay una presencia intuitiva invisible que siempre te acompaña.
Yo me imagino esta presencia como una criaturita en pañales que se sienta sobre tu hombro derecho y te avisa cuando pierdes el sentido de tu propósito. Este pequeño compañero es tu propia muerte, que te mete prisa para que pongas en marcha aquello para lo que viniste aquí, porque tienes contados los días para conseguirlo, y cuando este viaje termine, tu cuerpo se marchará.
Tu compañero invisible te pinchará cuando pases otro día más haciendo algo que no sea parte de tu pasión en la vida y que te haya sido dictado por cualquier otra persona. Cuando te salgas de tu propósito, siempre lo sabrás gracias a que tus pensamientos se dirigirán hacia esa frustración tuya.
Puede que no siempre actúes de acuerdo a este saber, posiblemente porque tu cerebro izquierdo no reúna la valentía suficiente para apostar por lo que tu cerebro derecho sabe que es tu destino. Tu intuitiva voz interior sigue presionándote para que toques la música que escuchas, para que no te mueras con ella adentro. Pero tu cerebro izquierdo dice: «Un momento. Sé cuidadoso, no te arriesgues, podrías fracasar, podrías decepcionar a todos los que tienen un punto de vista diferente acerca de lo que deberías estar haciendo».
Entonces, el compañero invisible de tu cerebro derecho (tu muerte) te hablará aún más alto. El volumen irá subiendo, intentando obligarte a que sigas tu sueño. Hasta que, al final, escuchar exclusivamente a tu cerebro izquierdo te convierta en un impostor, o en algo aún peor, en un autómata que se levanta cada mañana con el rebaño para trabajar en lo que le da dinero y que paga sus facturas, para regresar después a casa y seguir haciendo lo mismo al día siguiente, y así una y otra vez, con la misma canción implícita, de sobras conocida.
Entre tanto, la música que hay en tu interior se irá marchitando hasta que llegue al punto de ser inaudible.
Pero tu permanente e invisible compañero siempre escuchará la música y seguirá dándote golpecitos en el hombro. Este esfuerzo por llamar tu atención puede tomar la forma de una úlcera, o de un fuego que queme tu resistencia, o que te despidan de un trabajo serio, o que tengas cualquier accidente que te haga doblar la rodilla. Generalmente, esos accidentes, enfermedades y formas de mala suerte terminan por atraer tu atención. Pero no siempre.
Algunas personas terminan como Ivan Ilyich, el personaje de Tolstoy que se angustiaba en su lecho de muerte diciendo: «¿Y qué pasa ahora si toda mi vida he estado equivocado?» Debo decir que es una escena escalofriante.
No tienes por qué elegir ese destino. Escucha a tu compañero invisible, expresa la música que oyes e ignora lo que cualquiera de las personas que te rodee piense que deberías estar haciendo. Como expresó Thoreau: «Si un hombre no está en paz con sus compañeros, quizás sea porque escucha un tambor diferente. Dejen que baile al compás de la música que escuche, esté o no afinada».
Prepárate para aceptar que los demás puedan decir que los has traicionado; pero no habrás traicionado a tu música, a tu propósito. Escucha tu música y haz lo que sabes que tienes que hacer para sentirte entero, para sentirte completo, y para sentir que estás cumpliendo con tu destino. No tendrás paz si no dejas que esa música salga y suene. Deja que el mundo sepa por qué estás aquí y hazlo con pasión.
Apasionarse supone arriesgarse. Puede que al final vivas una vida cómoda aunque no sigas tus instintos. Pagas tus facturas, cumples con todos los formalismos, y vives una vida de producción y de cumplimientos de acuerdo al manual. Pero ese manual lo escribió otro.
Percibes al pequeño que te dice: «Puede que esto parezca lo correcto, pero ¿se siente bien? ¿Estás haciendo lo que viniste a hacer aquí?» Para muchas personas, la pregunta es: «¿Cómo sabré cuál es mi heroica misión?» Encontrarás tu pasión en lo que más te inspire. Y ¿qué significa la palabra «inspirar»? Deriva de las palabras «en espíritu».
Cuando estás inspirado, nunca te preguntas acerca de tu propósito. Lo estás viviendo. Para una de mis hijas, se trata de leer cosas acerca de caballos y andar en los establos. Está en el cielo sobre un caballo, o aunque sólo sea limpiando un cobertizo lleno de estiércol. Otra hija mía sólo se inspira cuando está cantando, tocando o escribiendo música. Se siente así desde que tenía dos años. Para otra, lo que la hace sentirse alguien con propósito es su trabajo artístico y de diseño. Y para otra, es diseñar páginas de internet y crear programas informáticos para otros.
Para mí, es escribir, hablar y producir cosas que ayuden a la gente a tener confianza en sí mismos. Esta ha sido siempre mi pasión, desde que era muy jovencito.
¿Cuál es tu pasión? ¿Qué hace agitarse a tu alma y te hace sentirte en completa armonía con aquello para lo que principalmente viniste? Ten esto por seguro: Sea lo que sea, puedes construir tu vida haciéndolo y, simultáneamente, proporcionando a otros un servicio. Te lo garantizo.
La única cosa que puede apartarte de interpretar la música de tu corazón y de marchar al compás único que sientas dentro de ti es el miedo. Según «Un Curso de Milagros», sólo hay dos emociones básicas: una es el miedo, la otra es el amor.
Tal vez temas la desaprobación de los demás. Arriésgate y descubrirás que se recibe más aprobación cuando no la buscas que cuando la buscas. Tal vez sientas temor a lo desconocido. Arriésgate igual. Busca la respuesta, pregúntate: «¿Qué es lo peor que puede pasar si esto no funciona?» La verdad es que es algo superable. No vas a ser condenado a muerte ni torturado si algo sale mal.
Tal vez tengas miedo al éxito. Tal vez hayas sido inducido a pensar que no eres adecuado o que eres un ser limitado. La única manera de enfrentar esas ridiculeces es perseguir aquello por lo que viniste aquí y dejar que el éxito te atrape, como de seguro lo hará. O tal vez sientas temor al mayor de los fracasos: tal vez temas al fracaso.
El mito del fracaso. Puede que esto te tome de sorpresa, pero el fracaso es una ilusión. Nadie fracasa en nada. Todo lo que haces produce un resultado. Si estás intentando aprender a atrapar una pelota y alguien te la tira y se te cae, no es que hayas fallado. Sencillamente, se ha producido un resultado diferente. La pregunta real es qué hacer con los resultados que produces. ¿Te vas llorando por haber no haber atrapado la pelota, o dices «Tírame otra» hasta que terminas por atraparla?
El fracaso es un juicio. No es más que una opinión. Procede de tus miedos, que pueden ser eliminados con amor. Amor por ti mismo. Amor por lo que haces. Amor por los demás. Amor por tu planeta. Cuando tienes amor dentro de ti, el miedo no puede sobrevivir. Reflexiona acerca del mensaje que hay en esta antigua sabiduría: «El miedo llamó a la puerta. El amor contestó, y no había nadie».
Esa música que oyes en tu interior, urgiéndote a que asumas riesgos y persigas tus sueños es tu conexión intuitiva con el propósito que hay en tu corazón desde que naciste. Sé entusiasta en todo lo que hagas. Ten esa pasión, sabiendo que la palabra «entusiasmo» significa literalmente «El Dios (enthos) interior (iasm).» La pasión que sientes es Dios dentro de ti, que está picoteándote para que te arriesgues y seas la persona que eres.
Me he dado cuenta de que los riesgos que se perciben no son para nada tales riesgos, una vez que transciendes tus miedos y dejas que entren en ti el amor y el respeto por ti mismo. Cuando produces un resultado del cual los demás se ríen, a ti también te da risa. Cuando te respetas a ti mismo, tropezar te permite reírte de ti mismo como tropezador ocasional. Cuando te amas y te respetas a ti mismo, la desaprobación de alguien no es nada que haya que temer o evitar.
El poeta Rudyard Kipling declaró: «Si puedes alcanzar el triunfo y el desastre, y tratas a esos dos impostores por igual… Tuyo son el corazón y todo lo que hay en él.». La palabra clave aquí es «impostores». No son reales. Sólo existen en la imaginación de la gente.
Sigue a tu cerebro derecho, escuchando cómo te sientes e interpretando tu propio y exclusivo estilo musical. No tienes que temer a nada ni a nadie, y no volverás a sentir jamás ese terror a estar yaciendo algún día en tu lecho de muerte diciendo: «¿Y qué pasa ahora si toda mi vida he estado equivocado?».
El compañero invisible que está sobre tu hombro derecho te va a pinchar cada vez que te estés apartando de tu propósito. Te va a obligar a que tomes conciencia de tu música. Así que escúchalo, y no te mueras sin haber sacado afuera tu música.
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